Con el trabajo se da cuenta de un sistema de dominación llamado capacitismo y que en el espacio de la ciudad se presenta como urbanismo capacitista, es decir, un sistema en el que las formas, usos y gestión de la ciudad dan privilegios y atención a las necesidades de las personas consideradas “capaces”, con “cuerpos completos”, “inteligentes” o “sanas”.
Gilda Segreda Sagot es una mujer de 68 años. Cada vez que quiere ir al supermercado, al parque, a la iglesia, al centro comercial, a la farmacia o al banco debe pensarlo dos veces antes de salir, pues, aunque esos lugares queden a menos de 500 metros de su vivienda la ciudad no le permite moverse de forma segura y tranquila con su silla de ruedas.
En Costa Rica cada persona propietaria construye las aceras o banquetas, según lo establece la legislación y los gobiernos locales deben supervisar el estado de las mismas, los materiales, forma y en caso de incumplimiento, construirlas y cobrarlas a dichas personas propietarias. En la vida cotidiana esto no se cumple en algunos casos, debido a que se trata de un país con abundante legislación y mecanismos institucionales, pero, como en la experiencia de Gilda, aunque haya ganado un recurso de amparo en 2019 por violación a la igualdad de oportunidades, aún se siente “prisionera en su propia casa”, como lo ha dicho en su entrevista.
Y es que en el día a día, cualquier persona que se mueva como peatona en nuestras ciudades latinoamericanas enfrenta situaciones como la ausencia de aceras o banquetas, espacios con obstáculos, ausencia o deterioro de señales de tránsito para protección, carencia de dispositivos (visuales, auditivos, táctiles) para el transitar la calle fácilmente, ausencia de sombras, entre otros. Las dinámicas comerciales y de uso cotidiano colocan rótulos en la vía, medidores, autos estacionados sobre los lugares de tránsito peatonal o rampas, basura acumulada, raíces o ramas de plantas que invaden el paso, entre otros. La velocidad con la que nos movemos para llegar a nuestros destinos plantea una dinámica de aceleración en la calle que difícilmente toma en cuenta o respeta los ritmos lentos, pausados o que viajan a otras velocidades como los cuerpos de las personas adultas mayores o personas con discapacidad.
Ante ese panorama, interesada en conocer cómo se mueven las personas con discapacidad en las ciudades de Costa Rica, una investigación en el doctorado en Urbanismo de la Universidad Nacional Autónoma de México fue respaldada por el programa de Becas Sur Place de la Fundación Heinrich Böll.
Con el trabajo se da cuenta de un sistema de dominación llamado capacitismo y que en el espacio de la ciudad se presenta como urbanismo capacitista, es decir, un sistema en el que las formas, usos y gestión de la ciudad dan privilegios y atención a las necesidades de las personas consideradas “capaces”, con “cuerpos completos”, “inteligentes” o “sanas”. Esto ocurre como una forma de discriminación y violencia que se encuentra muchas veces invisibilizada ya que todas las personas y seres somos diferentes en cuerpos, tamaños, fuerzas, ritmos, movimientos y formas de ver el mundo.
Bajo el paradigma de la movilidad, promovido por Mimi Sheller y John Urry, moverse y habitar son caras de la misma moneda. Con Judith Butler comprendimos que todos los cuerpos son frágiles y requieren sistemas de apoyo para sobrevivir porque somos interdependientes. Entonces al acercarnos a cómo se mueve la comunidad con discapacidad hemos conocido las situaciones que sostienen o dificultan su habitar cotidiano, por medio de entrevistas móviles (dialogar en movimiento, realizando observación y en recorridos cotidianos registrados con audio y video).
En esta investigación se exploró el capacitismo presente en nuestras ciudades, en las formas físicas, pero también en el uso y gestión que ocurre en la calle, es decir, en las dinámicas de intercambio al moverse en la ciudad.
Entre los principales hallazgos del trabajo se encuentran tres aspectos:
1) Además de a las personas con discapacidad, el urbanismo capacitista afecta a diferentes poblaciones en su experiencia peatonal, ya que se expresa también en las formas de la infraestructura de servicios y en cómo están organizadas las redes de apoyo para la movilidad, en las cuales está presente un estándar de cuerpo ligado a esquemas culturales y estructurales. Esta situación hace que existan cuerpos que no se sienten bienvenidos y, a los cuales se arrincona, disgrega o coloca en riesgo en el espacio urbano.
2) Sobresale el aporte de la visibilización de los cuerpos expandidos, que refiere a cómo las personas con discapacidad al salir a la calle, se transforman por medio de prácticas y tecnologías diversas. En este proceso sus cuerpos son expandidos al moverse y para moverse están expandidos, constituyen parte de sus cuerpos objetos como las sillas con ruedas, bastones, bordones, aplicaciones móviles, prótesis, etc. La experiencia urbana es a través del tacto que percibe relieves, temperaturas, sonidos, cercanías o distancias. Sin embargo, el urbanismo capacitista no toma en cuenta los cuerpos expandidos.
3) La movilidad debe comprenderse a través de sistemas, que se encuentran conformados por redes y flujos. Existe interdependencia existe en las ciudades entre las personas, las infraestructuras y los acuerdos sociales (con sus reglas formales y de uso) al conformar los sistemas de apoyo a la movilidad. Al no tomarse en cuenta, los cuerpos de las personas con discapacidad en esos sistemas de apoyo a la movilidad, esta población se ve obligada a armar las redes de esos sistemas, enfrentando el urbanismo capacitista.
Gilda recuerda cómo la denuncia de estas situaciones de exclusión social debe ser constante, aunque, como en su caso, abunde institucionalidad que falle a su favor, pero hasta la fecha no tenga las mismas oportunidades que las otras personas para habitar la ciudad ni se respete su cuerpo al usar el espacio urbano.